La niña fue entregada al Movimiento Familiar Cristiano, que a los tres meses de vida de la pequeña la dieron en adopción. Su familia de crianza la llamó María Belén. En 2005 decidió comenzar la búsqueda para conocer su origen. Así fue como se presentó voluntariamente en la filial de Abuelas de Córdoba, su ciudad de residencia. A mediados de 2006, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) tomó su caso. Después de realizada una investigación documental, el organismo ordenó los análisis de ADN. El 29 de junio de 2007 el Banco Nacional de Datos Genéticos informó que la joven era la hija de Rosa y Horacio.
Belén Estefanía Altamiranda Taranto
- ADN: 29 de junio, 2007
Belén Estefanía Altamiranda Taranto nació en junio de 1977 durante el cautiverio de su madre, Rosa Luján Taranto. La joven había sido secuestrada el 13 de mayo de 1977, embarazada de siete meses, junto con su pareja, Horacio Antonio Altamiranda, en Florencio Varela, zona sur del conurbano bonaerense. Ambos fueron vistos en el centro clandestino “El Vesubio”, partido de La Matanza. Al mes siguiente, Rosa fue llevada a dar a luz al Hospital Militar de Campo de Mayo, donde se le practicó una cesárea. Tras el parto, fue devuelta al Vesubio y allí le relató a otra detenida que había tenido una niña.
La familia de Belén Estefanía Altamiranda Taranto
197713 de mayo
Desaparición de la madre
200729 de junio
Restitución
88Número de caso resuelto
“Todo este legado que mis padres me transmitieron y que pude ir recuperando, hoy se lo puedo transmitir a mis hijos”
De las dudas a la certeza
Rosa nació el 13 de diciembre de 1956 en Lanús, zona sur del Gran Buenos Aires. Horacio el 7 de diciembre de 1954 en la ciudad de Buenos Aires. Se conocieron en un baile, se pusieron de novios y se casaron. En 1973, nació el primer hijo de la pareja, Christian Adrián, y en 1975, Natalia Vanesa. Ambos militaban en el PRT-ERP. A ella sus compañeros la conocían como “Susana”, “Rosita” o “La Gitana”, y a él como “Gallego”, “Marcelo” o “Roberto”. Se construyeron una casa en Florencio Varela, donde fueron secuestrados. Ese día estaban con sus dos hijos, que fueron dejados con unos vecinos, y una tía de Horacio, que enseguida fue liberada.
“A mí en la escuela no me habían enseñado nada de la dictadura”, contó María Belén ya restituida, “pero cuando fui a la facultad pude conocer más sobre la historia de nuestro país y lo que había pasado durante esos años, ahí fue que empecé a tener dudas sobre mi origen, y fueron las Abuelas de Plaza de Mayo las que me ayudaron a descubrir la verdad: que mis padres biológicos habían sido secuestrados y a mí me habían entregado a otra familia”. Hoy Belén es una de las referentes de la filial de Córdoba de nuestra Asociación y allí trabaja cada día para que otras mujeres y hombres puedan saber su identidad.
Irma Rojas
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