Noticias

12 de julio de 2023

“La generación de mis viejos dejó la vida resistiendo”

Continúa la fase de testigos en el juicio oral y público conocido como “Brigadas”. Esta vez fue el turno del nieto Pedro Nadal García, quien expuso su contundente relato ante el tribunal.

Desde que restituyó su identidad, en 2004, Pedro Luis Nadal García ha transitado intensamente la reconstrucción de su historia y de su familia. “Siempre fui un obsesivo del registro”, afirmó en su declaración ante el TOF N° 1 de La Plata, en el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús.

En casi cuatro horas de testimonio, Pedro aportó cada detalle que pudo recordar y averiguar respecto a su apropiación y a la desaparición de su madre, Hilda Magdalena García, incluidas fotografías y documentos que reunió a lo largo de su propia investigación, así como un texto propio dirigido al médico policial Jorge Bergés, uno de los 12 imputados en la causa, y hasta una poesía de su esposa dedicada a una desaparecida.

“En 2004 me enteré que mi nombre era Pedro Luis Nadal García. Mi papá es Luis Alberto Nadal y está vivo. Mi madre, Hilda Magdalena García, está desaparecida. Ese año me llega una citación para declarar en una causa. El juez, Arnaldo Corazza, me cuenta que había sospechas de que yo podía ser hijo de desaparecidos. Respondí que siempre había tenido dudas, pero que nunca me había puesto a averiguar. Me invitó a que me hiciera un ADN, le dije que sí. Pasó un mes, ordenó el análisis, y dos meses más tarde me vuelve a llamar. En ese lapso refloté las ganas de indagar en la familia, entre la gente cercana, y causé bastante revuelo queriendo saber”.

El juez le entregó el análisis y Pedro supo que su padre estaba vivo, que tenía un hermano y que su mamá estaba desaparecida. “¿Cómo que mi papá no está desaparecido?”, se sorprendió Pedro. Corazza le explicó que lo había estado, pero que pudo legalizarse su arresto, y que estaba llegando, así que lo iba a conocer en breve. Antes conoció a las Abuelas, allí cerca, en la filial de La Plata, a Estela de Carlotto y a “Coqui” Pereyra, y además a la responsable de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), Claudia Carlotto.

“Me mostraron las publicaciones que había sobre mí y sobre mi madre. Me contaron que me estaban buscando desde hacía muchísimo tiempo. Me buscó mi viejo, desde la cárcel, luego desde su exilio. Nació la institución Abuelas de Plaza de Mayo y comenzaron a buscarme juntos. Me enteré que en 1984 iniciaron las primeras causas. Me contaron que mi madre había sido secuestrada en Guernica, conmigo, llevada a Banfield, y nunca más apareció”.

Pedro fue apropiado por un policía de la provincia de Buenos Aires, Luis Alberto Ferián, miembro de la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Esto lo supo de boca de su apropiadora y ex pareja de Ferián, Yolanda De Francesco. A poco de conseguirle el bebé que De Francesco le pedía hacía más un año, Ferián se separó de ella y formó su familia, no obstante, le daba una mensualidad. El mismo Pedro iba a retirarla al Círculo de Suboficiales de la Provincia de Buenos Aires, del cual Ferián llegó a ser presidente en los años 90. Pese a llevar su apellido, no podía dirigirse a él como “papá”, título reservado para los hijos biológicos del represor, sino que tenía que decirle “tío”.

“La historia que me contaron en mi familia apropiadora fue que me habían abandonado, y por eso yo vivía con Yolanda como hijo adoptado. ‘Tu madre te abandonó, yo te crié’. Me pesaba la figura del abandono, quizá por eso, en un momento, me dijo que mi madre había muerto en el parto. No ayudó mucho. La última versión, entre mis 8 y 9 años, fue que mi madre no había muerto, sino que mis abuelos la habían obligado a entregarme porque no querían que tenga un hijo”.

Tras conocer el resultado del ADN, Pedro se dispuso a contarle a su apropiadora. Todavía se sentía culpable, quería resguardarla, por eso habló con el hermano de ella, Antonio Bosso, para que el encuentro fuera en su casa y en su presencia. Allí les contó que era hijo de desaparecidos. “’¿Tenés una foto de tu mamá?’, me preguntó Yolanda. ‘Sí, acá en un libro que me dieron las Abuelas’, le dije y le mostré. ‘Yo conozco a esa mina’, me dijo. ‘No es una mina, es mi mamá’, le respondí. ‘La tenía tu padre (por Ferián) en la billetera’”. Con perplejidad, Pedro fue comprendiendo que la mujer se iba adelantado a su relato.

Según De Francesco, Ferián le dijo que era “una detenida que tenía que agregar al álbum”. Se trataba de un álbum siniestro donde el represor pegaba fotos de detenidos y consignaba algunas fechas, todas anteriores a 1976, que Pedro rescató y entregó al tribunal. “Le seguí contando que tenía un papá vivo, un hermano… ‘Sí, ya sé’, dijo Yolanda. También sabía que mis abuelos vivían en el interior, mi abuela paterna en San Luis, y entendí que yo no tenía que contenerla ni protegerla, sino escucharla, porque parecía saber mucho y no era tan inocente. Lamentablemente, duró media hora nomás, hasta que tomó conciencia de lo que estaba diciendo, y nunca más contó nada. De hecho, luego negó todo”.

Hasta allí, para Pedro, Ferián era el monstruo que había desaparecido a su madre, pero ahora comprendió que De Francesco también era responsable. Por poco no pudo conocer a sus abuelos maternos, que lo buscaron siempre: “Dolores Vallejo y Edmundo García me esperaron hasta que murieron, él 50 días antes de que yo recuperara mi identidad, y ella 14 días antes”. Tiempo después, De Francesco le entregó una bolsa con cosas que había guardado de cuando Ferián lo llevó a su casa, a los 9 meses. “Ropa y otras pertenencias, entre ellas un peine con el nombre de Norma Iriarte. El cepillito lo reconoce la sobreviviente Norma Iriarte como el que le regaló a Hilda mientras la retaba porque me peinaban con un peine de adulto”.

Pedro revisó la casa de su infancia. Había una lata de galletitas Criollitas donde guardaba, entre otras cosas, documentación, que él se quedó y analizó en busca de respuestas. “Volví a hablar con Antonio Bosso. Llorando me contó que sabía todo, que yo era hijo de desaparecidos, que era cercano a Ferián y que Ferián le contaba sobre los secuestros y operativos. También que Ferián, en el Pozo de Quilmes, escuchó llorar a un niño y que (el represor) Daniel Juárez le dijo ‘llevatelo para Yolanda’. Fue importante saber que todos sabían menos yo, así al menos me iban cerrando algunas experiencias que había tenido de niño”.

Apenas lo tuvieron en su poder, De Francesco y Ferián bautizaron por segunda vez al niño. “Ya me había bautizado mi madre, en el Chaco, cuando nací”, remarcó Pedro. “Fuimos secuestrados entre el 5 y el 8 de marzo de 1976”, añadió, y a continuación exhibió una foto, datada entre el 7 y el 11 de abril de ese año, donde aparece en una fiesta de cumpleaños con sus apropiadores, ahora bajo un nombre y una identidad falsa.

El afán investigativo de Pedro fue in crescendo. Quería saber todo lo que sabían los vecinos y amigos de De Francesco y Ferián. Habló con la ex mujer de Antonio Bosso, Elba López, quien le dio su versión: “Escuché a Yolanda hablando con mi madre, recién te habían traído, Yolanda le dijo que te había traído Ferián de la Brigada. Estabas en una celda, al lado de una chica con los ojos vendados”. López fue una de las personas que Pedro convocó a declarar en la causa Circuito Camps, donde fue querellante junto con Abuelas. “Para mi asombro, contó todo lo que me había contado. Fue uno de los primeros testimonios que me ubica en el Pozo de Quilmes al lado de mi madre”, recordó.

“Mandé a declarar a toda la familia de Ferián que pude encontrar, y a sus parejas, algunos que yo no conocía, pero ellos sí me conocían. También a toda la familia de Yolanda. Olga Arredondo, cuñada de Ferián, contó cómo fue secuestrada mi madre. Ella trabajaba en el Hospital de Quilmes, al igual que Bergés, y aparentemente Ferián la llevaba en auto al trabajo. Ahí le contó cómo fue el operativo. Íbamos en un auto: una mujer, un hombre, un bebé y una beba. Los siguen, abren el baúl, tenían panfletos, los detienen, se llevan a los dos niños, uno de ellos era yo, Ferián se queda conmigo y la nena se la entrega a una vecina. Esa nena es Palmira Sosa, mi vecina de toda la vida, ambos sabíamos que éramos adoptados, hablábamos de eso, también con Silvana Villarreal, que vivía a media cuadra. Palmira se hizo el ADN, pero dio negativo, Silvana Villareal también, pero sus perfiles están en el Banco Nacional de Datos Genéticos, así que siempre existe la esperanza de que en algún momento se completen más perfiles y den positivo”.

“Mi padre, Jorge Nadal, me contó todo lo que investigó. Me mencionó a compañeros de mi madre, como Norma Iriarte y Silvia Cartasso, que aportaron mucho a la reconstrucción de mi búsqueda. Me encontré con que Norma Iriarte tenía un primo, Juan Tomassi, cuya hermana, María Esther, fue desaparecida, que me podía aportar un poco más, y ahí fui. Cada pista que mi padre me daba, inmediatamente me subía al auto y los iba a entrevistar. Me reuní con Silvia Cartasso y conocí a Clara Petrakos (que busca a su hermana nacida en cautiverio). Silvia me contó de mi madre, mi hermano y yo juntos, con ella también”.

Hablando e intercambiando con Juan Tomassi, descubren el nombre de Ferián en una publicación en línea, firmada por el periodista Alberto Moya. “Lo contacté por Facebook, me dijo que su fuente era el diario El Sol de Quilmes, y que me quería ayudar. En la nota, Moya señalaba a un grupo parapolicial que se hacía llamar la ‘Brigada Fantasma’. Fui al archivo del diario El Sol, buscando información sobre esta brigada, y me encontré con mucho más. Son publicaciones del año 75 al 77, que son una suerte de autopromoción de los policías, quizás para subir de rango. Ellos se autodenominaban la Brigada Fantasma y se aludían con nombre y apellido: el titular de la Brigada de Investigaciones de Quilmes, comisario Juan Carlos Bértoli; el comisario sargento 1ro Luis Alberto Ferián; el sargento Daniel Juárez; el cabo 1ro Miguel Ángel Pérez (a quien Pedro veía de chico en el Círculo de Suboficiales bonaerenses); el cabo Rodolfo Sinieri”. Tomassi identificó a Ferián como la persona que entró a su casa y se llevó a su hermana. Su madre, aún viva, lo confirmó. Era quien daba las órdenes en aquel procedimiento realizado en Adrogué, lo que sitúa a Ferián actuando en toda la zona sur del conurbano, no sólo en Quilmes.

“A Jorge Nadal, mi padre, lo secuestran el 15 de mayo de 1975, yo estaba en la panza, Carlitos, mi hermano, tenía 11 meses. Vivía en Isidro Casanova, zona oeste, en Sombra y Condarco. Entra un grupo de tareas y se lo llevan. A mi mamá no se la llevan aparentemente porque no la asocian con la militancia, pero ella se va de esa casa, muy acertado porque vuelven a la mañana siguiente a buscarla, y ella ya se había ido al Chaco. Quince días más tarde nací yo, mi papá ya estaba desaparecido, mi mamá me tuvo, me inscribió como Pedro Luis García, y a los tres meses se tuvo que ir del Chaco porque ponía en riesgo a la familia”.

“Hoy sé dónde estuvo secuestrado mi papá, un mes desaparecido, en el Pozo de Banfield. Logran legalizar su arresto porque se enteran que está allí, como Juan José Cinetti, su nombre clandestino. Un liberado pudo contactar a mi tío, el hermano de mi papá, y pudo quedar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Cuando volvió del Chaco mi mamá, la reciben Lucía Argüello y Silvia Cartasso, yo era chiquitito. Silvia me contó detalles muy íntimos y necesarios para quienes buscamos, de esa semana y media que compartimos, me describió como un bebé tranquilo, que dormía y tomaba teta”.

“Liliana Scocimarro, que también está desaparecida, entregó a mi hermano Carlos a mi abuela, y vivió con ella hasta que mi papá se lo pudo llevar a Francia, en 1979. Mi padre había iniciado sus investigaciones en el penal de Sierra Chica, supo todo lo que pasó. Después Abuelas se entrevista con mi papá en Francia y empiezan a hacer presentaciones. Mi papá recorrió completa la zona de Guernica, y yo la volví a recorrer, así como los testimonios de los vecinos, de los compañeros de mi madre, de la familia materna”.

Pedro mencionó a Teresa Gómez, otra persona cercana a Ferián y parte de la estructura del Pozo de Quilmes, como alguien que sabe mucho, pero no va a aportar nada. Igual que Pedro Ferián, que le confesó que su hermano Luis Ferián había traficado niños, pero luego lo negó. “La pareja de Pedro Ferián resultó ser la suegra de Juan Vera, una de las personas que denunciaron mi caso en Abuelas. Juan era el bicicletero del barrio. A partir de unas historias horrorosas que había contado Ferián en una mesa familiar, él maquinó que yo podía ser hijo de desaparecidos. Manejaba el micro escolar además, era muy querido por todos los chicos, tocaba bocina y lo saludábamos. Todo lo que hacía era en función de saber más sobre mí. Yo a los 9 años era repartidor de diarios, entonces Juan siempre me compraba y charlaba conmigo. En Abuelas dejó toda una serie de hipótesis junto con una foto que me sacó un día que entré a la bicicletería. Entre las denuncias había de familiares de Ferián, de Yolanda, de vecinos del barrio. Juan fue una de las personas que valientemente trató de ayudar a un desconocido como yo a recuperar la identidad y ha declarado ante la justicia. Muchos no quisieron hacerlo porque Yolanda estaba viva y me la describían como una persona peligrosa, armada incluso”.

Desde 1984, las pistas que manejaba Abuelas sobre el paradero de Pedro eran bastante certeras, pero las citaciones nunca llegaban a destino. “Algunas no salían de la Policía Federal de Avellaneda, y las que salían eran interceptadas por Yolanda, por lo cual nunca llegaron a mis manos. Pasaban los años y no lograban encontrarme. En una oportunidad, tuvieron éxito y llegaron a pedir un ADN, pero Ferián llevó a Cristian Eduardo Ferián, su hijo biológico, a hacerse la extracción. Abuelas fue cambiando de estrategia, hasta que finalmente llegaron a mí. Lo hicieron con la citación que mostré al comienzo de mi declaración, sin carátula. Al quitar el nombre Abuelas o Estela de Carlotto de la carátula, llegaron enseguida a mí, a mi dirección, yo ya era adulto, y así se desencadena la recuperación de mi identidad”.

“Yo ya era padre, tenía un niño y una niña, y otra en camino, a la que le pusimos Magdalena, por mi madre, y nació en 2005 con su verdadera identidad. Leandro y María Victoria tuvieron que recuperar la identidad junto conmigo, hasta mi esposa tuvo que hacerlo en relación a su casamiento”, relató Pedro, quien manifestó su incomodidad por la ausencia de la mayoría de los acusados, siquiera de manera remota conectados a la audiencia.

“La generación de mis viejos dejó la vida resistiendo. Enfrentaron a una dictadura sangrienta, no era la primera, venían de una sucesión de dictaduras. Creo que jamás imaginaron que se enfrentarían a fuerzas del Estado argentino tan deshumanizadas. Pero esto lo puedo decir desde la comodidad de esta democracia que ya tiene 40 años. Para mí es cómoda la reflexión porque no viví esa época y espero que nadie más la viva. Mis viejos trataban de vivir como podían. Tuvieron hijos porque quisieron. Y a pesar de no ser fácil la vida para ellos, querían tener una cierta normalidad. Estas cosas me cuentan los sobrevivientes, mi viejo es uno. Es tema de conversación, de charlas intensas y hasta de discusiones”.

“Desde mi dolor, mi angustia, no escapé de las críticas hacia mi padre. Llegué hasta a hacerle la típica pregunta: ‘¿No pensaban que al hacer esas actividades ponían en riesgo a sus hijos?’. Recién recuperaba mi identidad. ‘Terminé apropiado, sin un padre ni mi madre, vos preso, mi madre desaparecida, mi hermano oculto con mi abuela en el Chaco, hasta que te exiliaste a Francia y lo pudiste llevar’. Sigo escuchando estas cosas, y es aterrador. Las respuestas de mi padre, tratando de contextualizarme todo, fueron diversas. Tras años de repasar su historia, con el tiempo saqué mis conclusiones. Me tomó mucho tiempo, estudié, leí, comprendí, recibí los testimonios de personas como yo, y de sobrevivientes”.

“Pero por más que nos cuenten, o nos den sus puntos de vista históricos, sólo comprenderemos y sacaremos nuestras propias conclusiones si somos empáticos. Y acá quiero hablar de la empatía. Mis viejos luchaban por la libertad, la igualdad, y contra el atropello, que en Argentina es un tema recurrente. No eran improvisados. Sabían por qué luchaban y sostuvieron sus convicciones. Mi madre me amaba y mi padre también. No me abandonaron”.

Paso a paso, Pedro relató la búsqueda de su madre, al límite de imaginarse que estaba viva, recorrió psiquiátricos, fue hilvanando testimonios, particularmente de Guernica, le contaron cómo vivían allí, cómo fue el operativo de los Falcon verdes que destruyeron la casa, cómo su madre trabajaba en el barrio y a veces hacía tareas domésticas, y a cambio le permitían ordeñar una vaca para darle leche a sus hijitos. “Esos pasos que mi padre y mi hermano habían recorrido sin éxito, los volví a recorrer. Necesitaba ver con mis ojos los lugares y la gente. Cuando tomé conciencia de lo que buscaba, tuve que enfrentar que era una desaparecida. En ese momento, mi núcleo familiar, mi padre incluido, me permitieron transitar por ese camino, pero no fue gratis, ahí enfermé”.

“Dolor neuropático”, le diagnosticó el psiquiatra. “Era una dolencia en la columna vertebral que no se iba con ninguna medicación y me dejó en cama imposibilitado de moverme. Comprender que mi madre era una desaparecida me llevó a pensar en lo que vivió previo a su desaparición. La empatía me había alcanzado. Mi cerebro comenzó a mostrarme en el cuerpo lo que yo estaba buscando, saber qué pasó. El inconsciente trataba de explicarme los tormentos que ella vivió: descargas eléctricas, golpes, violación, cautiverio. A fuerza de psicofármacos me estabilizaron y comencé a vivir de nuevo para mi familia. Y tuve que dejar ir a mi madre. Acepté que es una desaparecida”.

“Mi madre fue una víctima. Yo busco la verdad. Por eso me armé de tolerancia y coraje y volví a hablar con Yolanda. Mi psiquiatra me advirtió que no lo haga. Habían pasado unos años, necesitaba despedirme de esa casa. Le pregunté si se arrepentía de mi apropiación, dijo que no, pero me dijo que sabía que yo sufría. Algo de empatía apareció en ella. Ese día terminó en despedida, ella estaba enferma, recorrí la casa y mi cuarto. ‘Te perdono’, le dije, nos abrazamos, lloramos y me fui. A los cinco minutos me sentí mejor y a los cinco días murió ella. Espero que se haya ido bien. Y usted, señor Bergés, ¿cómo se quiere ir de este mundo?”.

Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas

Casos relacionados a esta noticia

Ir al buscador
 Pedro Luis Nadal García

Pedro Luis Nadal García

Pedro Luis Nadal García nació el 29 de mayo de 1975. Fue secuestrado junto con su madre, Hilda Magdalena García, el 5 de marzo de 1976 frente a la Brigada de Investigaciones de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Su esposo, Jorge Adalaberto Nadal Martinengo, se encontraba detenido por razones políticas desde mayo de 1975. La pareja tenía otro hijo, Carlos Alberto, nacido en 1974, al cuidado de unos compañeros cuando Hilda fue desaparecida y que luego lo entregaron a sus abuelos maternos.

Leer más